"LA SIRIA LA IMPLORA"
Nel Grande Venerdì Santo
Beatissimo Padre
Questa lettera giunge
a Lei il Venerdì Santo, chiamato Grande e Santo nella nostra tradizione
orientale, mentre si sta celebrando la prima Via della Croce del Suo pontificato, come Vescovo della Chiesa di Roma che presiede nella carità!
Sto scrivendo questa lettera in Damasco, mentre stiamo vivendo
una dura, sanguinosa, dolorosa, lunga Via Crucis che si estende su tutte le strade
della Siria e che tutti i Siriani hanno sperimentato e vissuto da più di due
anni!
Come Gesù, che cadde tre volte sotto il peso della Santa
Croce e che Simone di Cirene è stato chiamato ad aiutare, anche noi abbiamo
bisogno di un Simone, e ancora di più di Gesù, per portare la Croce insieme con noi e portare al termine, senza indugio , il nostro
duro cammino della Croce, per raggiungere la gioia finale della Risurrezione!
Santità! Voi siete Simone, siete il Vicario di Gesù! Ci
rivolgiamo a Lei ! Abbiamo bisogno del Suo aiuto! La Siria La sta
implorando! Tutti i nostri fedeli, anzi tutti i cittadini Siriani contano su Vostra Santità, aspettandosi una iniziativa da
Vostra Santità, dal Vaticano, dalla Chiesa Cattolica, dal miliardo e un quarto
di cattolici del mondo ! Un'iniziativa che traccerebbe una tabella di marcia
per portare la crisi a termine, fermare l'accumulo di armi, la violenza, il
terrore, la presa di ostaggi, riscatti, il caos e la morte! ...
Questa è la via della riconciliazione, del perdono
reciproco, del dialogo, della sicurezza, della fratellanza e della pace.
Il Suo aiuto è
infinitamente prezioso per tutti noi e per tutti i popoli del Medio Oriente,
perché la crisi siriana ha iniziato a colpire i paesi vicini, in particolare il
Libano, così come la Palestina, l'Iraq, la Giordania e l'Egitto - tutto il
Medio Oriente di fatto.
Siamo in attesa di un'iniziativa da Vostra Santità, un gesto
e una parola come Gesù: '"Misereor!" Per noi Lei è un San Francesco,
amico dei poveri, un Simone o un Buon Samaritano! Lei è il Santo Padre, il
nostro Santo Padre!
Grazie, Santo Padre! Stiamo pregando per Lei come ci ha chiesto! Preghiamo il nostro Salvatore Risorto per aiutarLa a portare gioia, entusiasmo e speranza della Risurrezione
attraverso il Suo sacro ministero Petrino.
+ Gregorios III
Patriarca di
Antiochia e di tutto l'Oriente, Di Alessandria e di Gerusalemme
Presidente
dell'Assemblea della Gerarchia Cattolica in Siria
http://www.pgc-lb.org/eng/gregorios/view/Letter-to-Pope-Francis
DE PROFUNDIS CLAMAVI
RispondiEliminaLavar los pies
de los humildes…
Transustanciados los pies en la conciencia,
a la altura del suelo la lavamos.
Ablución para esconder la sangre,
lavatorio que no limpia,
mientras degüellan al rebaño.
Ahora, que ya no se lavan ni los trapos
...sin conciencia de arte y parte,
ni siquiera se lavan las propias manos.
Sólo miramos hacia abajo,
alguna secreta culpa nos inclina,
escondemos la testuz y es mejor mirar
en los pies las protuberancias de los dedos,
ese tubérculo, esas flores, esa hierba...
¡que lejos nos quedan las cabezas,
la copa de savia de los árboles,
esos capilares aéreos que se desparraman
en riachuelos imparables hacia las alturas,
buscando un retén para su sangre
que no concede el aire;
qué inalcanzable resulta,
qué pavor infunde esa perfección fractal,
las intrincadas ramas
de la condición humana
retorcidas de dolor
y elevadas de consciencia¡.
Pilatos tenía manos que lavarse.
Se sabía juez y tenía juicio,
aunque lo suspendiera.
En este imperio sólo hay manos
para frotarlas o esconderlas
en infrahumana cobardía,
hordas salvajes en nómina para cortar las cabezas...
y crímenes sin remite, por designación aérea.
Faltaba este gluc-gluc de palanganas,
devenidos todos en palanganeros;
ya que al parecer, los sucesos con agilidad de pies,
sometidos a las leyes de la cosmética,
suceden lejos y acontecen solos.
Y al igual que el idiota mira al dedo que señala
y no la dirección que se marca,
aquí se mira al pie,
y no su empuje al precipicio;
se besa al pie como añorando
aquella inconsciencia de cuando cuadrúpedos....
Tanto dolor acumulado para intentar alzarnos sobre ellos,
tanto esfuerzo inútil
para que las manos les diesen continuación humana
al galope y a la coz,
a través del abrazo y el trabajo compartidos...
Y las manos de profundis clamavi.
Y todavía en los pastores
la nostalgia de lo que ya no puede ser,
la imposibilidad metafísica de las cuatro patas
frente a la reafirmación quejumbrosa
de los nudos en las manos y en el alma...
Si, pastores,
impregnados a veces del olor de las ovejas,
del corral tal vez,
pero casi siempre limpios de las salpicaduras de la sangre;
si besando los pies se ponen al servicio de los hombres,
¿por qué no sajan y limpian en la herida,
por qué no gritan en la plaza
y sin embargo se esconden
en esa interesada humildad de la última fila,
replegados de alma
en una aparente servidumbre de cuclillas
que ni sirve ni se afana?
Aquí y ahora,
erguidos cómo una cruz de carne viviente,
sólo nos salvará llamar crimen al crimen
y asesinos a los asesinos:
Siria, allí dónde martirizan desde fuera
a vuestros hermanos y a vuestros hijos,
no necesitan reverencias ni podólogos;
sino las manos de la voluntad
y la facultad del ejercicio del habla.
Y si algo de esa malsana afición
de equipararse a los semidioses sobreviene,
si con la representación higiénica y con su símbolo
alguno en su sano juicio cree conjurar el mal sobre la tierra,
y si en su vana misericordia Jesucristo se pretende;
que lo demuestre,
que saque el látigo de la verdad en este templo
asaltado por ladrones y mercaderes,
asesinos de vuestras propias ovejas.
Que pronuncie un verbo implacable
y lo reparta aquí y en Siria,
allí dónde asesinan a estudiantes y a niños
la ralea degenerada,
los lobos negros envueltos de rebelde
en pieles de oveja prestadas por el diablo;
mientras la gran ramera
en que se convirtió la tierra, conoce y calla.
Si, pastores...hay que apartar el amargo cáliz
de la infausta boca de Siria;
Esa crucifixión inútil de esas manos sólo traerá tinieblas
y un Gólgota perpetuo para todos los pueblos del mundo.
El agua en calma chicha
de nuestras palanganas
es turbia,
se cambiará en sangre,
nunca en vino.
Y ya no quedarán pies ni para salir huyendo
del infierno miserable en el que quedarán los vivos.